viernes, 2 de enero de 2009

LA EDUCACION SUPERIOR EN LA REFLEXION EDUCATIVA CONTEMPORÁNEA


Por: Arturo Escalante Aguilar. Mestrista UCSUR.

Los números sí importan. El Perú es uno de los países que reporta menos ingresos nacionales en educación. El monto asignado a la educación en el 2007 fue del 3.0 % del PBI. En el 2008 el porcentaje se elevó a 3.3%. Sin embargo, hay que recordar que solo el 3% del presupuesto se utiliza para inversión en educación, pues el 97% del mismo está destinado al pago de la planilla.

El Acuerdo Nacional ha planteado que para iniciar un cambio sustancial en el sector es necesario invertir -por lo menos- el 6% del PBI hasta el 2012. Ha pasado el gobierno de Alejandro Toledo, estamos a la mitad del segundo mandato de Alan García, y el incremento en educación es ridículo. Mientras que el Perú han asignado S/.11.291 millones de soles para este año, en Chile se ha presupuestado una cantidad superior a los S/.21.000 millones. Considerando que el número de chilenos bordea los 16 millones y el Perú los 29 millones de ciudadanos, la diferencia se magnifica a favor del país vecino del sur।

presupuesto2009

A nivel universitario estatal, el Perú invierte unos 800 dólares anuales por estudiante frente a los 8,000 dólares anuales de las universidades privadas líderes en el mundo. Las universidades públicas norteamericanas cuestan 30,000 dólares (aunque se subsidian hasta el 50%) y las universidades privadas más reputadas de EEUU cuestan 45,000 dólares anuales.

Desidia estatal. Si hablamos que el Estado ha descuidado su interés en la educación básica, no es menos la desidia en la educación superior. En el tema universitario para nadie es un secreto uno de los mayores problemas empezó con su proliferación, especialmente durante el gobierno del Ing. Alberto Fujimori, a tal punto que ahora suman un total de 83 universidades, 35 públicas y 48 privadas, según la Dirección de Estadística e Informática de la ANR.

Amparados en la ley de la oferta y la demanda, con este incremento de universidades se produjo dos efectos interesantes: se crearon centros superiores para todo bolsillo, haciendo que el ingreso a la universidad ya no sea tan complejo como antes; y por otro lado, se prostituyera las carreras profesionales al ofrecérselas sin los mínimos requerimientos técnicos y de infraestructura. Así institutos superiores se convirtieron en universidades y la oferta de carreras se extendió sin límites. Las universidades del Perú ofrecen aproximadamente 138 carreras profesionales en pregrado y a la fecha todos los departamentos del Perú tienen no menos de una universidad pública.

Todo esto convirtió a las universidades en un tema mercantilista, donde las privadas flexibilizaron sus exámenes de ingreso, apostando por el lucro, y mostraban una imagen muy distinta a la vida universitaria que se tenía en las estatales. Hay que decir, que el desprestigio de las universidades públicas debido a huelgas y protestas favoreció enormemente el auge de las privadas. Estas también empezaron a reclutar a los catedráticos más prestigiados de las universidades públicas, ofreciéndoles mejoras económicas que el Estado jamás podría costear.

En suma, la creación de más universidades favoreció a los usuarios, pues les permitió acceder a la vida universitaria soñada que estaba bastante limitada solo a las universidades públicas o universidades privadas de élite. Además generó una oferta casi ilimitada de viejas y consolidadas carreras y el surgimiento de nuevas profesiones. Empero, la percepción mayoritaria es que las nuevas universidades privadas solo buscaban ganar dinero y la educación superior, en general, se convirtió en un gran negocio en el que incursionaron reconocidos empresarios.

El Olvido. En párrafos superiores hecho mención sobre el irrisorio presupuesto a la educación básica y peor aun a la educación superior en nuestro país. Esta situación ha permitido que las universidades públicas, sin mayor presupuesto y olvidadas a su suerte, descuiden el tema de la ciencia y la tecnología, transformándose en fábricas de profesionales. También es evidente que el poco presupuesto es -en contadas oportunidades- bien invertido en beneficio de los estudiantes. No solo es un problema de escasez de recursos, es también un problema de gestión financiera y de criterios de inversión.

Los docentes de estas casas de estudio hacen énfasis en la investigación científica como objetivo de la universidad, pero son desbordados por la penosa realidad de que no hay dinero ni interés en promover esfuerzos intelectuales. Se estima que por cada millón de habitantes el Perú cuenta con 229 investigadores, una cifra que ilustra la nula importancia a la generación de conocimientos.

Estos hechos también pasan porque no hay un rumbo en la educación superior. No tenemos un horizonte o un perfil claramente elaborado para nuestros profesionales. En la Era del Conocimiento donde la genética o la informática dominan el mundo, acá seguimos apostando por las tradicionales carreras de docencia o derecho. Esta carente visión nos ha sumergido en un círculo vicioso. Está claro que no podemos ser siempre una nación exportadora de recursos primarios sino que debemos mirar a la investigación como una necesidad para progresar.

Albert Einstein decía, en los años 40, que “todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad para hacerlo y asegurarse que se queden en el país. Los otros países se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, minas, con una historia fantástica; pero probablemente no se queden ni con las mismas banderas, ni con las mismas fronteras, ni mucho menos con un éxito económico”.

Como lo manifiesta Nicolás Lynch debemos articular universidad e investigación, superando la falsa hipótesis de lo inmediato y práctico. La investigación es un esfuerzo a largo plazo que requiere una fuerte inversión y tal vez ahí está la razón autentica de su abandono. El Estado es cortoplasista. Pensaba en la innumerable cantidad de deportistas olímpicos que participaron en Beijín y que nacieron en las universidades o la gran cantidad de patentes que se producen en estas casas de estudio en el mundo. Para el Perú este hecho es un sueño lejano, pero factible si hay decisión política. La universidad debe retomar su objetivo primario: construir conocimientos.

Pero también pienso en la idea de Lynch de aumentar más recursos a las universidades públicas pero bajo el criterio de la meritocracia. La universidad que demuestra mayores logros en el campo científico deberá ser premiada con mayor inversión. Asimismo, me parece vital que se comprometa a las empresas privadas en la tarea de generar conocimientos. Necesitamos vincular la necesidad del mercado industrial o tecnológico y la producción universitaria.

La autonomía universitaria se ha convertido en la piedra del zapato de la reforma del sector. El Estado poco o nada puede hacer para garantizar una educación de calidad en estos centros académicos. Y menos realizar cambios sustanciales desde el interior. Al primer indicio de reforma la amenaza de huelga aflora. Aun cuando el dinero que se utiliza es del erario público. Irónicamente hablan de autonomía, pero se sujetan con garras al poco dinero del Estado. Parece inverosímil que el Estado las atienda con prontitud, más realista es darles mayores facultades para que generen sus propios recursos económicos. Como lo hacen con los ingresos de sus centros preuniversitarios.

Asimismo, está la controvertida propuesta de Martha Hildebrandt de que los alumnos que proceden de colegios particulares paguen en la universidad estatal. Una medida que de por sí resulta interesante tomando en cuenta que mucho estudiantes van a la universidad en carros particulares, muestran su Laptop o celular de última generación. El asunto no pasa por ser un deber moral sino que debe ser legalmente establecido, en la medida de las posibilidades económicas de los universitarios.

Hildebrandt nos recuerda que en las universidades públicas el Estado garantiza el derecho a educarse gratuitamente a los alumnos que mantengan un rendimiento satisfactorio y no cuenten con los recursos económicos necesarios para cubrir los costos de educación. Lo cual equivale a decir que la universidad pública está dirigida preferentemente a los estudiantes más pobres de nuestro país. Hace hincapié en el hecho que aun cumpliendo con este requisito es necesario que el estudiante demuestre buenas calificaciones y la universidad no sea un mero lugar de encuentro social.

La congresista Mercedes Cabanillas, es de la misma opinión y puntualiza que el Estado aparece subsidiando con educación gratuita a quienes aparentemente tienen recursos para costear sus estudios pues hay una considerable presencia de estudiantes provenientes de colegios privados en algunas importantes universidades públicas (40% de los 883 alumnos ingresados en el último examen de admisión a la Universidad Nacional de Ingeniería, y 38% en el caso de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos).

La discusión seguramente continuará, pero lo importante es tomar una decisión en la problemática de la educación universitaria pública. Las necesidades de los docentes mal pagados, la pobre infraestructura y los pésimos servicios ofrecidos a los estudiantes no pueden esperar más. La educación es un derecho contemplado por la Constitución quien lo duda, pero la educación de calidad recién entra en agenda.

Termino con una cita del reciente desaparecido Constantino Carvallo Rey sobre la incidencia de la educación en la sociedad: “La educación debe poner las bases personales para la construcción de la justicia y la paz; la educación no es un fenómeno que se restringe al aula”. En la medida que brindemos mejor educación a nuestros jóvenes construiremos un país mejor. El desafío está puesto, la pregunta es quién tomará la decisión correcta. Quién cargará con este enorme peso y a la vez nos conducirá por el camino que nos era esquivo.

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