lunes, 4 de enero de 2010

APRENDICES DEL PENSAR


Hace unos días cayó en mis manos un interesante artículo escrito por Gisele Velarde La Rosa, Filósofa, especialista en ética y filosofía política, publicado en Palestra, portal de asuntos públicos de la PUCP que contiene relevantes reflexiones sobre el concepto de pensar y su relación con la ética. En las siguientes líneas esbozaré algunas apreciaciones a la lectura, redactada con mucha inteligencia y oportunismo académico.

El artículo titulado ¿Cómo aprender a pensar? Sentido y directivas, precisa que al hablar de aprender a pensar se debe asumir este concepto como una actividad mental que existe potencialmente en la mayor parte de seres humanos y que puede o no ser desarrollada por los individuos. El pensar se presenta para Velarde no como una actividad mecánica que necesita cierto ejercicio para desarrollarla sino como el más alto logro del ser humano que puede envolverlo en los más simples cuestionamientos o puede convertirse en una empresa subversiva capaz de dirigirnos, en algunos casos, a un estado de nihilismo, es decir, a un sensación de la nada, al vacío profundo, al mundo en tinieblas, y este a la vez puede desencadenar la opción del mal como una respuesta a tamaña frustración.

En nuestro país, asevera, existe una marcada conciencia autoritaria que excluye el pensar en tanto impone la manera de cómo los asuntos humanos deben ser asumidos y pensados, excluyendo el diálogo y la reevaluación. Por ello, afirma que el pensar es una posición antagonista a la escrita, pues conlleva la posibilidad de crear y recrear un sentido para la vida; implica que aun cuando no lleguemos a respuestas definitivas, llegaremos a respuestas mejores que las que tenemos ahora y que nos permitirán vivir una vida más realizada y autónoma.

Acota, que el pensar evita que caigamos presos del engaño y nos adhiramos a cualquier código o regla sin reflexión previa. Por ello, cita al gran filósofo Emmanuel Kant quien critica a la sociedad por seguir una vida sin autorreflexión, de no haber sido capaz de pensar por sí misma.

Para aprende a pensar, Velarde plantea que el primer camino es la educación, la misma que tomada en su verdadera naturaleza, alude a la apertura y liberación de la conciencia en aquel que la recibe. En este contexto, el profesor le estará enseñando a pensar a sus alumnos, en la medida en que los conduzca a tomar una distancia y postura críticas frente a los conocimientos recibidos y abrirse al diálogo, posibilitándoles así despertar su conciencia, ponerla en marcha y desarrollar su creatividad. Para ello, los propios profesores deben saber pensar y estar abiertos a la posibilidad de seguir aprendiendo.

El sabio diálogo

La autora, nos remonta a la época dorada de Grecia para evocar a uno de los sabios de la antigüedad, Sócrates, quien se empeñó en buscar una forma propicia de enseñar, encontrando en la mayéutica y los diálogos un método muy propicio y un legado para encontrar la fórmula que nos hará aprender a pensar. El maestro ateniense hacía preguntas y respuestas a los participantes para hacer evidentes las incoherencias y contradicciones en que ellos caían hasta llevar a una verdad, que no es más que el fruto de la autorreflexión.

En este sentido, la reconocida filosofa, nos recuerda que el diálogo es requerido en todas las relaciones y estratos humanos; pero, en el Perú, éste es precario o inexistente porque hay carencia de argumentos para defender nuestras ideas, por el miedo a opinar distinto y porque el otro no existe realmente en el país. También nos indica que un nivel más avanzado y fundamental es el nivel del diálogo con nosotros mismos: el diálogo de la conciencia consigo misma. Esto es lo que en la tradición filosófica, precisa, se conoce como el dos en uno, que alude a la relación que establecemos con nuestra conciencia en tanto examinamos que haya una relación de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

Finalmente, Gisel afirma con convicción, en que este diálogo interior iniciado en soledad no solo alude al pensar y a su autoaprendizaje, sino que al emprenderlo y confrontarnos con nosotros mismos, le damos cabida al bien. Agregando que el pensar nos abre la posibilidad de que nos constituyamos como sujetos morales.

Parir libertad


Gisel inicia su exposición observando que no siempre pensamos, que a veces solo actuamos de manera mecánica en las diversas actividades cotidianas para hacer o decir algo. La acción de pensar lo enmarca en una situación mucho más compleja y fascinante. Al igual que los grandes filósofos clásicos, la autora coincide en que esta capacidad aborda las preguntas más importantes del hombre, desde el objetivo de la vida, el sentido de la muerte o la búsqueda de la verdad.

Pensar es un ejercicio mental que nos conduce a encontrar el mundo exterior en su real dimensión e iniciar una exploración intrépida en nuestros propios cuestionamientos. Por ello, hay un gran riesgo, como lo advierte, que el orbe no sea el lugar acogedor que imaginamos o, peor aún, que percibamos que estamos llenos de banalidades y toquemos fondo, lleguemos al límite de nuestro firmamento y no haya nada valioso que nos ate. De ahí que caigamos en el nihilismo, el deseo de la nada, la actitud pesimista y la fatalidad como respuestas desesperadas a nuestra nueva condición.

Es posible entonces encontrar acá una posible explicación al letargo de la humanidad por evitar el pensamiento. Es más fácil que alguien lo haga por nosotros, pues tendremos a un culpable a quien crucificar si las cosas no funcionan. Sócrates es el modelo de hombre que no solo logra el pensar sino que lo comparte con sus pupilos, hasta el punto que es cuestionado por sus ideas y es sometido al más grande e injusto juicio realizado en la antigüedad. Que otros corran el riesgo, que otros tomen la cicuta; es mejor ser espectador que víctima.

La leyenda dice que Sócrates fue considerado en esa época el hombre más sabio de Grecia, no porque el oráculo de Delfos lo anunciara sino porque solo él supo entender que la ignorancia es una condición que todos tenemos, pero que no podemos tolerar. Solo sé que nada sé, pero procuro saber más, es una reflexión que acompaña a todo buen maestro. Sabe de sus limitaciones, pero lucha contra viento y marea para que los estudiantes encuentren en él no conocimientos, sino, ante todo, un ejemplo de vida.

El legado de Sócrates es el del diálogo para entendernos, tolerarnos y especialmente para conocernos. Cada día nos empeñamos tanto en diferenciarnos que hemos perdido la perspectiva de que somos peruanos. Soy de Alianza, soy de la U; soy de Ate, yo de Comas; gano muy bien, yo no mucho; soy negro; yo blanco, etc. Este coloquio es el pan de cada día. Nadie se detiene a pensar que esas son vanidades comparándonos con la naturaleza de seres humanos que somos.

Artículo integro de Gisele Velarde:

http://palestra.pucp.edu.pe/index.php?id=161&num=1

1 comentario:

  1. Gracias por la publicación da mucho que pensar generando unas profundas ganas de seguir aprendiendo y no estar en la ignorancia.

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